DOMINGO - Editorial SAN PABLO Peru

Año XV – N° 27 – 31 de Mayo del 2015
EL
DOMINGO
día del Señor
SANTÍSIMA
TRINIDAD
Ciclo B
«El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida
cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo y es la fuente de todos los otros
misterios de la fe».
(Catecismo de la Iglesia Católica N° 234).
EN EL NOMBRE DEL PADRE,
Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO
El evangelio del día de hoy nos transmite, el
mandato que Jesús da a los Apóstoles de bautizar «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Antes de partir al cielo, el Señor hace
una gran revelación: el único Dios, el Dios-Amor
que Él ha revelado, es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un solo y único Dios, Tres
Personas.
La segunda lectura nos ayuda
a comprender la vivencia trinitaria que podemos tener todos
los creyentes en Cristo. Los
cristianos, en el bautismo primero, y luego en la confirmación, recibimos el Espíritu Santo. En el bautismo recibimos el
Espíritu Santo que nos concede ser hijos de Dios y en la confirmación el Espíritu que nos
hace testigos de Jesucristo. El
Espíritu nos guía, nos conduce, nos ayuda a gritar «¡Abbá!»
(Padre), nos ayuda a orar, nos permite comprender la doctrina de Jesús, nos infunde el amor,
etc. La vida del cristiano es vida en el Espíritu,
según el Espíritu. Descubrimos que las actitudes
verdaderamente cristianas que podemos tener
brotan de la presencia del Espíritu en nosotros.
Y también percibimos la presencia del Espíritu
Santo en la Iglesia suscitando dones y carismas,
sosteniendo el ejercicio de los diversos ministerios. Esta experiencia del Espíritu es descrita
de alguna manera en la segunda lectura. Pero
todo está finalizado a que vivamos nuestro ser
hijos de Dios, pues el Espíritu Santo nos impulsa a tratar a Dios como Padre,
haciéndonos tomar conciencia
de nuestra filiación.
La acción del Espíritu Santo
en el alma nos ayuda a experimentarnos hijos del Padre y,
por tanto, a descubrir que Dios
es Padre, Origen de todo amor
y todo don; al mismo tiempo
que horizonte de destino de
nuestra existencia. Toda esta
experiencia se ve enriquecida
con el deseo de ser glorificados con Cristo, de ser hijos en
Él para alcanzar ser herederos,
recibiendo la herencia que Él ha
logrado para nosotros. Así, en la vida de fe, experimentamos nuestra relación con las Tres Personas divinas, antes de pensar o hacer teorías sobre
la Santísima Trinidad. Que esta fiesta nos ayuda a
consolidar nuestra relación con Dios Trino.
«Creador tanto el Padre como el
Hijo, como el Espíritu Santo. Pastor
y dador de vida tanto el Padre como
el Hijo, como el Espíritu Santo.
Alimento y pan eterno el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo».
(San Agustín)
Pbro. Pedro Hidalgo Díaz
Momento personal
Seré testigo de la misericordia del
Padre, de la entrega del Hijo y de la
comunión del Espíritu Santo.
Santísima Trinidad - Ciclo B - Color: Blanco
Hermanos y hermanas: Hoy, celebramos la Solemnidad que nos refiere al Misterio de la Santísima Trinidad,
y el Evangelio nos transmite el mandato que Jesús da a los Apóstoles de bautizar «en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo». Antes de partir al cielo, el Señor hace una gran revelación: el único Dios, el
Dios-Amor que Él ha revelado, es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un solo y único Dios, Tres Personas.
I. RITO DE ENTRADA
Antífona de entrada
Bendito sea Dios Padre, y su Hijo unigénito, y el Espíritu
Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros .
Acto penitencial
S. A ti, el Hijo de Dios vivo, te invocamos;
Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
S. A ti, la imagen viva del Padre, te pedimos;
Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
S. A ti, el Ungido por el Espíritu Santo, te
rogamos; Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Gloria
Oración colecta
Dios, Padre todopoderoso, que has enviado
al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu
de la santificación para revelar a los hombres
tu admirable misterio, concédenos profesar
la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna
Trinidad y adorar su Unidad todopoderosa. Por
nuestro Señor Jesucristo.
II. LITURGIA DE LA PALABRA
1ª Lectura
El libro del Deuteronomio nos transmite la vivencia
de Israel con el Dios único y verdadero que se reveló
en medio de su historia, y lo compromete con él y
con los hombres.
Lectura del libro del Deuteronomio
4,32-34.39-40
Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Pregunta, pregunta a los tiempos
antiguos que te han precedido, desde
el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿Hubo jamás desde un extremo al otro del
cielo palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó
cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya
oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo,
hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?;
¿algún dios intentó jamás venir a buscarse una
nación entre las otras por medio de pruebas,
signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y
brazo poderoso, con terribles portentos, como
todo lo que el Señor, su Dios, hizo con uste-
des en Egipto, ante sus ojos? Reconoce, pues,
hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el
único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo
en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos
y mandamientos que yo te prescribo hoy, para
que seas feliz tú, y tus hijos después de ti, y
prolongues tus días en el suelo que el Señor,
tu Dios, te da para siempre». Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Sal (32)
Salmo responsorial
R. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor.
– La palabra del Señor es sincera, y todas sus
acciones son leales; él ama la justicia y el
derecho, y su misericordia llena la tierra. / R.
– La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento
de su boca, sus ejércitos, porque él lo dijo, y
existió, él lo mandó, y surgió. / R.
– Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia, para
librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en
tiempo de hambre. / R.
– Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro
auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga
sobre nosotros, como lo esperamos de ti. / R.
2ª Lectura
Pablo, en la carta a los Romanos, nos anuncia la
realidad de ese Dios que es diversidad y comunión
y que nos impulsa a dejar que se realice en nosotros
el proyecto de ser sus hijos e hijas.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los Romanos
8,14-17
Hermanos: Todos los que se dejan
llevar por el Espíritu de Dios, son hijos
de Dios. No han recibido ustedes un
espíritu de esclavitud, para recaer en el temor,
sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace
gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese mismo Espíritu se une
a nuestro espíritu para juntos dar testimonio: que
somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos
con Cristo, ya que sufrimos con él para ser
también con él glorificados. Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Cf. Ap 1,8
Aleluya, aleluya. Gloria al Padre, y al Hijo, y
al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que
viene. R. Aleluya.
Evangelio
La misión dada por Cristo a su Iglesia es proclamar y
sumergir a todos los hombres en el amor del Padre,
en la gracia del Hijo y en la comunión del Espíritu, y
anunciar que este Dios siempre viene con nosotros.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
28,16-20
R. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los once discípulos
se fueron a Galilea, al monte que
Jesús les había indicado. Al verlo,
ellos se postraron y le adoraron, pero algunos
dudaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en
la tierra. Vayan pues y hagan discípulos de
todos los pueblos, bautizándolos en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y
enseñándoles a guardar todo lo que les he
mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes
todos los días, hasta el fin del mundo». Palabra
del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Profesión de fe
Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del
cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único
Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por
obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa
María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio
Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos, al tercer día resucitó
de entre los muertos, subió a los cielos y está
sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos
y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa
Iglesia católica, la comunión de los santos, el
perdón de los pecados, la resurrección de la
carne y la vida eterna. Amén.
Plegaria universal
S. Proclamemos nuestra fe en Dios Padre, por
Jesucristo, su Hijo, en la unidad del Espíritu
Santo.
R. ¡Dios Trino, irradia tu amor en nosotros!
- Por la Iglesia, extendida por todo el universo;
para que, impulsada por el Espíritu Santo,
permanezca atenta a lo que sucede en el mundo,
haga suyos los sufrimientos, alegrías y esperanzas
de los hombres de nuestro tiempo, y dé signos
caritativos que se repliquen en favor de los más
necesitados. Roguemos al Señor./ R.
- Para que Dios Padre lleve el mundo a su
plenitud, y haga nacer aquel ciclo nuevo y
aquella tierra nueva que nos ha prometido, en
la que la humanidad encontrará la felicidad y
podrá contemplar su rostro glorioso. Roguemos
al Señor. / R.
- Para que el Espíritu del Señor sea padre para los
pobres, consuelo para los tristes, salud para los
enfermos y fuerza para los decaídos. Roguemos
al Señor. / R.
- Para que los que conocemos el misterio de
la vida íntima de Dios; lo anunciemos con
alegría, entusiasmo y entrega total a quienes
lo desconocen, a fin de que también ellos
encuentren gozo y descanso en Dios. Roguemos
al Señor. / R.
(Pueden añadirse peticiones partículares)
S. Dios Altísimo, que has querido que en las
aguas del Bautismo llegáramos a ser hijos en tu
Hijo único, escucha el Espíritu que nos hace clamar: “Padre”, y haz que, obedientes al mandato
de tu Hijo, seamos anunciadores de la salvación
que ofreces a todos los pueblos. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
III. LITURGIA DE LA EUCARISTÍA
Oración sobre las ofrendas
Por la invocación de tu santo nombre, santifica,
Señor, estos dones que te presentamos, y
transfórmanos por ellos en ofrenda perenne a
tu gloria. Por Jesucristo nuestro Señor.
Antífona de comunión
Gá 4,6
Como son hijos, Dios envió a sus corazones al Espíritu
de su Hijo, que clama: ¡Abba! Padre.
Oración después de la comunión
Al confesar nuestra fe en la Trinidad santa y
eterna y en su Unidad indivisible, concédenos,
Señor y Dios nuestro, encontrar la salud del
alma y del cuerpo en el sacramento que hemos
recibido. Por Jesucristo nuestro Señor.
LA PALABRA en la semana
Santísima Trinidad - 1ª del salterio
01 L
02 M
03 M
04 J
05 V
06 S
San Justino (MO) - Tb 1, 3; 2, 1-8; Sal (111), 1-6;
Mc 12, 1-12
Santos Marcelino y Pedro (ML) - Tb 2, 9-14;
Sal (111), 1-2. 7-9; Mc 12, 13-17
San Carlos Lwanga y compañeros (MO) - Tb 3, 1-11.
16-17; Sal (24), 2-9; Mc 12, 18-27
Feria - Tb 6, 10-11; 7, 1. 9-16; 8, 4-9; Sal (127), 1-5;
Mc 12, 28-34
San Bonifacio (MO) - Tb 11, 5-18; Sal (145), 1-2. 7-10;
Mc 12, 35-37
San Norberto (ML) - Tb 12, 1. 5-15. 20;
[Sal] Tb 13, 2. 7-8; Mc 12, 38-44
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
El apóstol Pablo nos dice que el fundamento sobre
el misterio de la Santísima Trinidad en la vida ordinaria de un cristiano es que: la persona bautizada
entra a formar parte de una gran familia, que vendría
a ser la familia de Dios: el Padre es Dios, Jesucristo es el primogénito, el Espíritu Santo es el amor
familiar, el “nosotros” divino. Por eso, la persona
bautizada llama a Dios: ¡Abbá!, ¡Padre!, ya que nos
ha adoptado, se nos ha dado como hijos en el Hijo,
lo que nos hace hermanos y coherederos del Reino; y a la vez, nos comunican
su amor filial, sería el Espíritu
Santo que habita en nosotros y
nos hace conscientes y capaces
de saborear amorosamente este
don familiar que hay entre estas
tres personas.
Padre, Hijo
y Espíritu Santo
Las páginas del Nuevo Testamento nos transmiten, a cada
paso, la presencia de Cristo
que camina entre nosotros, del
Padre que se da y del Espíritu
Santo que se derrama, fruto
del amor. Las tres personas
son el fundamento y vienen a
ser toda nuestra vida cristiana.
Cada uno de nosotros puede conocer y tener gran
familiaridad con sus padres, ya sea de niño, de joven o de adulto; aunque no sepamos decir muchas
cosas de ellos. Nosotros podemos vivir también
en una profunda familiaridad con el Padre, con
el Hijo, con el Espíritu Santo y tener experiencia
de estas Personas divinas. No sólo podemos, estamos llamados por Dios a ello en virtud de nuestro
bautismo.
Podemos conocer a Dios Padre como Fuente y Origen de todo, Causa última y absoluta de la vida.
Mientras tanto, el Hijo es engendrado por el Dios
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Padre, acoge de Él todo su ser, por eso es Hijo;
pero el Padre se da totalmente, por eso el Hijo es
Dios, igual al Padre, de la misma naturaleza del
Padre. Nada tiene el Hijo que no reciba del Padre;
nada tiene el Padre que no comunique al Hijo. La
personalidad del Hijo consiste, precisamente en recibir todo del Padre y el Hijo mira al Padre en un
movimiento eterno de amor, gratitud y donación; y
el Padre mira complacido al Hijo, su imagen perfecta, su expresión, su Verbo. Y ese abrazo eterno de amor entre el Padre y el
Hijo es el Espíritu Santo.
Las tres personas
viven en nosotros
El Espíritu nos da a conocer al
Hijo y al Padre. Las tres Personas divinas viven como en
un templo en el hombre que
está en gracia. Somos habitados por Dios. Ya que nunca
estamos solos. Las Tres divinas Personas viven en nosotros, nos conocen y nos aman;
y quieren darnos vida y ser
conocidas y amadas por nosotros, para mantener un continuo diálogo personal de amor.
Somos templo suyo, templo
vivo y habitado. Vivimos en el seno de la Trinidad. Cuando acogemos esta revelación de amor
de parte de Dios y participamos de este modo
en la misma vida divina, se nos iluminan todas
esas expresiones que continuamente escuchamos
y decimos en nuestra oración: “en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” o “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos
vosotros”.
David Bonilla Alberca
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