GRANDES PERSONAJES DEL SIGLO DE ORO ESPAÑOL Juan Belda Plans GREGORIO MAGNO Philippe Henne JUANA LA LOCA Su vida. Su tiempo. Su culpa Ludwig Pfandl 4ª edición EDITH STEIN Hija de Israel y de la Iglesia Francesco Salvarani WELLINGTON Antoine D´Arjuzon CARLOS DE HABSBURGO El último emperador Michel Dugast Rouillé 2ª edición E El lector quedará sorprendido por el carácter activo de este personaje. En la misma ciudad de Roma, León centrará su atención sobre la asamblea de Italia y sobre la Galia. El Oriente no está ausente de sus preocupaciones. Sorprende todavía más su gran capacidad para dominar una infinidad de tramas y conflictos. Mientras que los hunos arrasan las ciudades del norte de Italia, el obispo de Roma responde con paciencia y moderación a las sutiles maniobras de sus colegas griegos y egipcios. En el 451, tiene lugar el concilio de Calcedonia. El año siguiente, Atila se presenta a las puertas de Roma. Pero, sobre todo, León es un hombre de Dios: su fe es tan simple como profunda. SAN LEÓN MAGNO PHILIPPE HENNE OTROS TÍTULOS l pontificado (440-461) de León no solo fue el más largo del siglo V, sino también uno de los más gloriosos, aunque no exento de revueltas sociales, teológicas y eclesiales. Por su labor como pastor, ha sido el primer papa que ha merecido pasar a la historia con el apelativo de «magno». Philippe Henne escribe esta biografía a partir de sus cartas, en lo que pudiéramos llamar «autobiografía epistolar». Gracias a estas, conoceremos los acontecimientos históricos de la época, el ambiente de la Roma del siglo V, las normas y costumbres eclesiásticas, el estado moral y espiritual de las comunidades cristianas (de Oriente y Occidente), su propio pontificado, y los temas tan variados que afrontó: doctrinales, pastorales, jurídicos y morales. SAN LEÓN MAGNO PHILIPPE HENNE ISBN 978-84-9061-210-1 palabra Philippe Henne, O.P., ha sido investigador en la Universidad de Friburgo (Suiza) y en la Escuela bíblica de Jerusalén, y actualmente es profesor en la Universidad católica de Lille, en Francia. Es autor de numerosos artículos y libros sobre la Antigüedad cristiana, entre los que destacan, además de la presente obra sobre San León Magno, sus biografías de San Jerónimo, Gregorio Magno y una Introducción a Hilario de Poitiers y otra a Orígenes. SAN LEÓN MAGNO EDICIONES PALABRA Madrid SAN LEON MAGNO.indd 3 18/03/2015 12:25:39 Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte Título original: Léon le Grand Colección: Ayer y Hoy de la Historia © Editions du Cerf, 2008 © Ediciones Palabra, S. A., 2015 Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (España) Telf.: (34) 91 350 77 20 - (34) 91 350 77 39 www.palabra.es epalsa@palabra.es © Traducción: Juan Carlos Mateos González Diseño de cubierta: Raúl Ostos Óleo de portada: El encuentro de León Magno con Atila, Rafael Sanzio (1483-1520). Sala de Heliodoro, Museo Vaticano. Imagen de portada: © 2015. Photo Scala, Florence ISBN: 978-84-9061-210-1 Depósito Legal: M. 8.602-2015 Impresión: Gráficas Gohegraf, S. L. Printed in Spain - Impreso en España Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro ni su tratamiento informático ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. SAN LEON MAGNO.indd 4 21/04/2015 10:43:06 PHILIPPE HENNE SAN LEÓN MAGNO SAN LEON MAGNO.indd 5 18/03/2015 12:25:41 PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA León fue elegido papa a mediados del siglo V. Su pontificado (440-461) no solo fue el más largo del siglo V, sino también uno de los más gloriosos, aunque no exento de revueltas sociales, teológicas y eclesiales. Por su labor como pastor, ha sido el primer papa que ha merecido pasar a la historia con el apelativo de «magno». Philippe Henne escribe esta biografía a partir de sus cartas, en lo que pudiéramos llamar «autobiografía epistolar», porque muchos de los datos –biográficos y teológicos– los encuentra el autor en su correspondencia. Por eso, de todo su epistolario, va espigando los acontecimientos históricos de la época, el ambiente de la Roma del siglo V, las normas y costumbres eclesiásticas, el estado moral y espiritual de las comunidades cristianas (de Oriente y Occidente), su propio pontificado, los destinatarios a los que escribió: obispos, emperadores, santos, herejes, sacerdotes, fieles, y los temas tan variados que afrontó: doctrinales, pastorales, jurídicos y morales. Uno en particular ocupó y preocupó al papa León Magno: predicar y confesar a Jesucristo, una única Persona con dos naturalezas, humana y divina. Al afirmar que Jesucristo es una Persona no hace sino «confesar que el único Hijo de Dios es el Verbo y también hombre» (carta 28, 5: Tomo a Flaviano). La Iglesia, en los primeros concilios, había ido precisando lo esencial de su fe en Jesucristo: es verdadero hombre (contra los docetas); es verdadero Dios (contra los arrianos); es una sola Persona (contra nestorianos y monofisitas). Se va dibujando una especie de triángulo cristológico: la humanidad y la divinidad representarían dos ángulos, y la unidad de la persona, el vértice. Pues bien, León Magno, «teólogo de la unión hipostática», fue el verdadero maestro en el diseño de este vértice triangular. Un diseño que encontró precisión teológica y validez canónica en el Concilio de Calcedonia, pero que León Magno «desmenuzó» doctrinalmente: Jesucristo, al hacerse hombre, tiene dos naturalezas: la divina, eternamente recibida del Padre, y la humana, formada en el seno de María. Un misterio que convierte a Jesucristo en un caso 7 SAN LEON MAGNO.indd 7 18/03/2015 12:25:41 PHILIPPE HENNE único e irrepetible: una Persona divina en una naturaleza humana, y una naturaleza humana, sin persona humana, porque la única que tiene, es la divina. De los años que preceden a su pontificado, aun siendo escasas las noticias que aporta Henne, conocemos que frecuentó la escuela romana, en la que se hizo con una amplia formación teológica y, a la par, pudo conocer el estilo retórico de los autores clásicos. Su prestigio y su valía quedan probados en la delicada misión que se le encomienda en el año 440 por parte de la corte de Rávena. En las Galias, León ha de intentar lograr un acuerdo entre el patricio Aecio y el prefecto del pretorio, Albino, por el peligro que existía de que un conflicto local degenerara en guerra civil. Mientras León estaba en las Galias para esta misión política, muere en Roma el papa Sixto III (19 de agosto del 440). La Iglesia de Roma acordó elegir como sucesor al diácono León. A su regreso de las Galias, el 29 de septiembre del año 440 fue consagrado obispo de Roma y constituido Sumo Pontífice. Una fecha que quedará grabada en el corazón del papa para siempre, pues, desde entonces, en ese día celebrará la Misa con todos los obispos sufragáneos de la diócesis de Roma, haciendo memoria de su elección en los sermones (1-5). Con León comienza un pontificado que va a coincidir con uno de los períodos más difíciles de la historia de la Iglesia. El Imperio Romano caminaba hacia una debacle inevitable y numerosas herejías agitaban el interior de la Iglesia: el arrianismo, oficialmente condenado, tenía un numeroso grupo de adeptos; el pelagianismo y semipelagianismo se mantenían aún muy activos en Roma; resurgía el maniqueísmo; el nestorianismo, pocos años antes condenado por el Concilio de Éfeso (431), da paso ahora, en el pontificado de León, al «monofisismo o eutiquianismo». A esto hay que añadir la presión que los bárbaros ejercían en todas las fronteras del Imperio. En estas circunstancias, León llega a la sede de Pedro, consciente de que en el Vicario de Cristo se perpetúan la autoridad y los poderes de Aquel de quien había recibido el encargo de «confirmar en la fe a sus hermanos». Toda su actividad pastoral fue mantener íntegra la fe cristológica y reforzar la cohesión interna de la Iglesia. Philippe Henne cuenta con detalle cómo, en su condición de obispo de Roma, mantuvo estrechas relaciones con los obispos de las Iglesias suburbicarias, es decir, las diez diócesis que dependían del vicarius Urbis. Pero su solicitud pastoral también llega a los obis8 SAN LEON MAGNO.indd 8 18/03/2015 12:25:41 PRÓLOGO pos de «la Italia no suburbicaria». El vicarius Italiae se encargaba de las tareas de gobierno de siete diócesis de Italia. En la primavera del 452, Atila atraviesa los Alpes y entra en Italia, y se dispone a asediar la ciudad de Roma. El emperador Valentiniano III no cuenta con ninguna fuerza militar seria que le permita afrontar un combate con mínimas garantías de éxito. Decide que sea el papa quien encabece una embajada que frene el avance de Atila hacia Roma. El papa aceptó el encargo y se constituyó en cabeza moral de la delegación. El encuentro tuvo lugar en la ciudad de Mantua. El papa «confiando en la ayuda de Dios, sabedor que nunca ha dejado de asistir a la gente de piedad», emprendió la negociación. No se equivocó. Atila recibió a la delegación y, tan asombrado quedó por la presencia del summus sacerdos, que decidió retirarse al otro lado del Danubio y firmar la paz. Se cuenta, y así está representado en los frescos que Rafael inmortalizó en las estancias vaticanas, que en el momento en que León hablaba a Atila, este tuvo una visión de los apóstoles Pedro y Pablo bajando del cielo, con las espadas desenvainadas, amenazando a los hunos. Aunque envuelto en aires de leyenda, el hecho histórico es que Atila evacuó Italia y, dos años después, en el 454, murió. Philippe Henne describe también los frecuentes contactos que mantuvo el papa León con tres grupos de obispos: los galo-romanos, los españoles y los africanos. Los españoles, después de la conquista de la Península por los bárbaros, se ven obligados a pastorear territorios gobernados por reyes arrianos y siempre miran a Roma como su salvación. La carta de León a Toribio, obispo de Astorga, muestra con claridad el lúcido conocimiento que tenía el papa de la situación que atravesaba la fe en España. El Tomus, carta tan importante para la cristología, por estas circunstancias políticas tan adversas, no llegó a manos de los obispos españoles hasta el 451, dos años después de su redacción. Pero, sin duda, fue el Oriente el que presentó mayores problemas dogmáticos y disciplinares al papa León. De hecho murió sin haber resuelto la mayor parte de los problemas. Philippe Henne abunda prolijamente en estos asuntos. En Constantinopla, mantuvo intensos contactos epistolares con el patriarca Flaviano, aunque solo se tiene documentación escrita por carta a partir del 449. La influencia de los monasterios en la vida eclesial de la ciudad va ganando terreno. Eutiques, monje archimandrita, que se creía 9 SAN LEON MAGNO.indd 9 18/03/2015 12:25:41 PHILIPPE HENNE seguro de su «ortodoxia», fue acusado de no ser fiel a la «Fórmula de la unión del 433». Intenta defenderse acudiendo al papa, alegando que sus adversarios habían condenado su doctrina cristológica sin entenderla. Para ello, adjunta un libellus dirigido al papa León, donde explica su profesión de fe. León pide informes a Flaviano y solicita que se convoque un concilio para resolver la controversia. El papa no duda que Éfeso confirmará la condena del error de Eutiques, que en resumen afirmaba: «antes de la unión de la divinidad y la humanidad, en Jesucristo existían las dos naturalezas: el Verbo de Dios y la carne que asumió de María; después de la unión, una vez que el Verbo se hizo carne, Cristo no tiene dos naturalezas, pues si una es la Persona, una debe ser la naturaleza, que reuniría las propiedades humanas y divinas conjuntamente». Pero el archimandrita, que gozaba de una gran influencia política, a pesar de esta «cristología errada», emprendió una campaña por todo el Oriente en favor de su tesis. Los legados pontificios pidieron que se leyera la carta que el papa había dirigido al concilio. Se objetó que aún quedaban otras cartas del emperador por leer. Subió la tensión en la asamblea y Dióscoro, entonces, hizo que se aclamase la fórmula: «Si alguien dice “de dos naturalezas”, sea anatema» y propone condenar y deponer a Flaviano por emplear esa fórmula. A los dos días fue depuesto y desterrado. En Roma, se reunió un Sínodo, con motivo del noveno aniversario de la elección de León (29 de septiembre del 449), que reprobó y rechazó las decisiones de Éfeso. En la última sesión del que ha pasado a la historia como «el Latrocinio de Éfeso», con el apoyo del emperador, Dióscoro enfrentó al Oriente contra Roma, a la que instaba a retractarse de la doctrina cristológica del Tomo a Flaviano redactado por León. El Sínodo romano negaba validez a lo decretado en Éfeso, quedando de manifiesto la autoridad del papa frente al concilio. Es un caso excepcional en la historia: un concilio que no es confirmado por el obispo de Roma, y que además no será objeto de ninguna «recepción» por parte de la Iglesia universal. Se hacía necesaria –así lo creía el papa León– la convocatoria de un concilio en Italia en la que participasen los obispos de todo el mundo católico. Al mismo tiempo, revelaba cómo el papa, aun sabiendo de la autoridad que gozaba la Sede romana, no quería ni podía prescindir de la instancia conciliar para regular una cuestión dogmática de tanta importancia. 10 SAN LEON MAGNO.indd 10 18/03/2015 12:25:41 PRÓLOGO El 17 de mayo, el emperador convoca un concilio general en Nicea para el 1 de septiembre, al que promete asistir él personalmente, que finalmente tendrá que celebrarse en Calcedonia (451). Un concilio que contó con la mayor asistencia de la Antigüedad: en torno a 600 obispos. Todos eran orientales. De Occidente solamente habían acudido dos obispos huidos de África y los tres legados pontificios. El resto se encontraban retenidos en sus diócesis por la invasión bárbara. Para el papa, Calcedonia constituía un «tribunal episcopal», que habría de juzgar a los herejes sobre la base de la fe definida por la Iglesia romana; por eso, la misión de sus legados era presidir, en lugar suyo, el colegio de jueces. Para el emperador, el concilio estaba llamado a formular una profesión de fe capaz de resolver el problema dogmático que dividía a Oriente, ocupándose, tan solo en un segundo momento, de los casos personales. En la segunda sesión («hacia una fórmula de fe»), los comisarios imperiales pidieron que se elaborara una nueva profesión de fe, a lo que los obispos se negaron, apelando a la prohibición fijada en Éfeso (431). Se encontró una salida recurriendo a la lectura de textos normativos: la lectura del Tomo a Flaviano fue acogida entre aclamaciones: «Esta es la fe de los Padres. Esta es la fe de los Apóstoles. ¡Así lo creemos todos! ¡Pedro ha hablado por la boca de León! Los apóstoles así lo enseñaron. León ha enseñado piadosamente y con verdad. Cirilo lo ha enseñado así. ¡Eterna memoria para Cirilo! León y Cirilo han dado las mismas enseñanzas. ¡Anatema el que no lo crea así! Esta es la verdadera fe». Para León, «Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre». El único y el mismo Hijo de Dios, el mismo que es Dios, Hijo del Padre, es hombre, hijo de María. Para el papa León, «la única persona de Jesucristo es el sujeto al que se le atribuyen las acciones de las dos naturalezas». Calcedonia no quiere oponer a Cirilo y a León, a pesar de que ambos tienen un vocabulario cristológico sensiblemente distinto. Los dos quieren ser intérpretes de la fe de Nicea. Los años que siguieron a Calcedonia fueron difíciles para la vida del papa y de la Iglesia. Las sublevaciones internas en la Iglesia de Oriente se vieron agravadas por la invasión del norte de Italia por los hunos y de la ciudad de Roma por los vándalos. El monofisismo, a pesar de la condena conciliar, seguía muy extendido en los ambientes monásticos de Palestina. 11 SAN LEON MAGNO.indd 11 18/03/2015 12:25:41 PHILIPPE HENNE La otra tarea a la que León dedicó muchas energías fue la predicación. Sus sermones, escritos personalmente por él, tienen sentido en el contexto litúrgico para el que fueron pronunciados y forman parte de las celebraciones litúrgicas de la Roma del siglo V. Constituyen auténticos documentos litúrgicos, que sitúan a León Magno en el origen de la liturgia romana actual. No en vano se le ha llamado «teólogo de la liturgia». El Año Litúrgico, tal como lo entendemos hoy, no está fijado aún en tiempos de León, pero el papa es una fuente doctrinal cualificada para su desarrollo. En general, son sermones breves, considerados como modelos para la elocuencia sagrada: espiritualmente elevados, teológicamente precisos y pastoralmente muy paternales. Antes de pronunciarlos, los ponía por escrito, sin temor a repetir verdades que ya había predicado en otros años anteriores. En ellos encontramos una explicación acabada sobre el sentido de la fiesta litúrgica que celebra, siendo sus Sermones la primera colección de homilías en torno al Año litúrgico de la Antigüedad cristiana, lo que le convierte en el teólogo del Año Litúrgico. La fuerza de la doctrina de León proviene de la celebración de la liturgia. Esa fe vivida es la fe que explicará en sus cartas y sermones, y es la fe que, una vez explicada, quedará condensada en fórmulas dogmáticas, como es el caso del Concilio de Calcedonia, que bebe del Tomo a Flaviano. Juan Carlos Mateos, joven profesor con varias publicaciones y alguna de ellas sobre este gran papa, nos brinda a los lectores de lengua española esta obra de Philippe Henne, que apareció hace pocos años en francés. De esta manera, tenemos a nuestro alcance una contextualización del papa León Magno, de su ambiente, de sus escritos, de sus sermones, de su influjo en Occidente y en Oriente. Aquellas clases de cristología en el Seminario de Toledo, cuando el traductor era alumno y yo era su profesor, traen estas buenas consecuencias. Y es que en las disputas teológicas, llegados a san León Magno, hacíamos parada, porque es sin duda uno de los autores que mejor ha contribuido a la fijación del dogma cristológico. La clave, a mi entender, está en su santidad vivida, en su liturgia bien celebrada, de donde sacaba la fuerza para gobernar la Iglesia en época de turbulencias y dejar en la historia del dogma una secuela imborrable, sobre todo en el Concilio de Calcedonia. 12 SAN LEON MAGNO.indd 12 18/03/2015 12:25:41 PRÓLOGO Me alegro de prologar un libro de un alumno aventajado. Los lectores de lengua española agradecemos al traductor este trabajo, que nos acerca más al gran papa san León Magno en esta biografía de Philippe Henne. Córdoba, Octava de Navidad del 2014. Demetrio Fernández, obispo de Córdoba 13 SAN LEON MAGNO.indd 13 18/03/2015 12:25:41 INTRODUCCIÓN Solo, frente a las huestes de los bárbaros de Atila, León avanza, armado solamente con la cruz. A menudo esta imagen romántica es la que surge en nuestro espíritu cuando nos imaginamos a León Magno. La realidad, sin duda, fue menos cinematográfica. Y no debió de ser menos dramática. Sin embargo, sí es simbólico el papel y el lugar que este hombre ocupa en la historia, frente a su destino. ¿Por qué el obispo de Roma tuvo que negociar con el jefe de los hunos? Pues porque no hay ninguna autoridad pública del Imperio Romano, porque no hay ningún ejército digno de este nombre. Ya no queda más que la fuerza moral. Esta situación desesperada, tantas veces vivida en la historia de la humanidad, plantea siempre la misma pregunta: ¿Por qué merece la pena luchar? ¿Por quién vale la pena arriesgar la vida? ¿Merecen este sacrificio el país, la nación o el Estado? Lo imaginamos con gran admiración de esos y esas que han aceptado el martirio. Nosotros soñamos el futuro con prudencia, e incluso con escepticismo. Entonces otra pregunta perturba el espíritu: ¿qué diferencia hay entre el fanatismo y el heroísmo? ¿Dónde se encuentra la frontera entre la cabezonería necia y la fidelidad constructiva? Las grandes figuras no faltan en la historia, pero los horrores de las últimas guerras no dejan de planear como una duda sobre su rectitud de intenciones y sus motivaciones, tanto en hombres como en mujeres, grandes en los grandes relatos, pero mezquinos, quizá, en la realidad. ¿Fue León Magno uno de esos? ¿Fue más «cabezota» que fiel? ¿Más fanático que heroico? ¿Qué es lo que quería hacer en este mundo que pasa? ¿Restaurar la antigua gloria de Roma, nunca desaparecida? ¿Acaparar el poder abandonado por los emperadores? Hojeando este libro, el lector quedará primeramente sorprendido por el carácter activo de este personaje. En la misma ciudad de Roma, León atraerá su atención sobre la asamblea de Italia y sobre la Galia. El Oriente no está ausente de sus preocupaciones. Sorprende todavía más la gran capacidad que tenía para dominar una infinidad de 15 SAN LEON MAGNO.indd 15 18/03/2015 12:25:41 PHILIPPE HENNE tramas y conflictos. Mientras que los hunos arrasan las ciudades del norte de Italia, el obispo de Roma responde con paciencia y moderación a las sutiles maniobras de sus colegas griegos y egipcios. En el 451, tiene lugar el Concilio de Calcedonia. El año siguiente, Atila se presenta a las puertas de Roma. Pero lo más extraño y lo más admirable, sin ninguna duda, es la presencia humana tan real que ofrecía en cada una de sus intervenciones. Él edifica al pueblo de Roma con sus Sermones. Aconseja a un obispo para una justa reincorporación de prisioneros que han vuelto a su casa. Recomienda la misericordia para los obispos que han traicionado la fe de Nicea. Consuela a su amigo Juliano, atormentado por las maquinaciones de los bizantinos. La primera cualidad de León no es la de ser un diplomático ni un jefe de la Iglesia. Ante todo es un hombre de Dios. Su fe es tan simple como profunda. Su famoso Tomo a Flaviano, ese resumen de la doctrina sobre la doble naturaleza de Cristo, es tan bello como convincente. Bello por la simplicidad y la sinceridad del tono que adopta. Convincente por el rigor de su pensamiento y la fidelidad a la doctrina transmitida. La dureza de los tiempos no le ha endurecido, le ha forjado. Las pruebas no le han amargado, han ahondado más sus convicciones. Lo que ha perdido en meras sutilezas lo ha ganado en confianza. ¡Es verdad! Frente a Atila, no tenía más que la fe, ¡pero qué arma más poderosa que esa fe! 16 SAN LEON MAGNO.indd 16 18/03/2015 12:25:41 REFERENCIAS Y ABREVIATURAS León Magno: Para las cartas de León, las referencias corresponden al Migne, J. P., Patrologia latina, vol. 54-56, Paris 1846. [Las de temática cristológica se encuentran traducidas al español: León Magno, Cartas Cristológicas, Ciudad Nueva, Col. «Biblioteca de Patrística», Madrid 1999, Introducción, traducción y notas de J. C. Mateos González]. Para los sermones de León, las citas remiten a Léon le Grand, Sermons, 4 t., Introducción de J. Leclercq, traducción y notas de R. Dolle, col. «Sources chrétiennes», n. 22, 49, 74 y 200, Paris, Ed. du Cerf, desde 1947 hasta 1973. [Existe traducción española: San León Magno, Homilías sobre el año litúrgico, BAC, Madrid 2014, Texto, introducción y notas por M. Garrido Bonaño]. Otras referencias: Denz.: Denzinger, H., Symboles et définitions de la foi catholique, éd. por P. Hünermann y J. Hoffmann, Paris, Éd. du Cerf, 1996. [Existe traducción española: H. Denzinger-P. Hünermann, El Magisterio de la Iglesia. Enchiridion Symbolorum definitionum et declarationum de rebus fide et morum, Herder, Barcelona 1999]. Mansi: Mansi, J. D., Sacrorum conciliorum nova et amplissima collectio, 31 vols., Florence, 1759-1798. PL: Migne, J. P., Patrologia latina, 222 vols., Paris 1844-1855. 17 SAN LEON MAGNO.indd 17 18/03/2015 12:25:42 PRIMERA PARTE EL HOMBRE, EL PAPA Y EL PASTOR SAN LEON MAGNO.indd 19 18/03/2015 12:25:42 I HACIA EL PONTIFICADO El Imperio Romano de Occidente, durante el siglo V, se derrumbará, tanto por la incompetencia de sus jefes como por las grandes invasiones germánicas que no pudo contener. Situación general Procedentes de su Mongolia natal, surgieron los hunos y se abalanzaron hacia Occidente, provocando uno de los movimientos de población más grandes en la historia de la humanidad. Hacia el 370, ellos mismos alteran las diferentes poblaciones germánicas. Estas, aterrorizadas por la crueldad de los recién llegados y por la rapidez de sus desplazamientos, huyen desamparadas. Acuciados por el hambre, dejan tras de sí pueblos devastados y cuerpos destrozados. Los vándalos, empujados por los godos, abandonan las riberas del Oder para refugiarse en las montañas de Eslovaquia y de la Transilvania. Pero la amenaza es demasiado grande. Es necesario huir. Atraviesan entonces la Galia para llegar a España, donde esperan asentarse. Sin embargo, los godos les persiguen. Mientras tanto, los vándalos consiguen la hazaña de atravesar en masa el Mediterráneo y llegar a África, donde asedian Hipona y destrozan Cartago. Su ferocidad rápidamente se hará legendaria y ya entonces manifiestan una inquina especial contra la Iglesia católica. Los objetos de culto y las ricas joyas de orfebrería despiertan su envidia. Además, los obispos a menudo fueron la única fuerza moral capaz de organizarse frente a este feroz desencadenamiento de violencia. Los burgundios fundaron un reino en los márgenes del Rin y del Maine, teniendo a Worms como capital. En el 436, todo fue destruido por las tropas auxiliares de los hunos. Los lamentables restos de este «pueblucho» se instalaron entonces a lo largo del Ródano y del Saona, donde se organizaron como una nación autónoma. 21 SAN LEON MAGNO.indd 21 18/03/2015 12:25:42 PHILIPPE HENNE Los visigodos, en el Imperio Romano, primero fueron tolerados, bajo el mandato de Valente en el 376. A partir del 378, Teodosio los establece en Mesia y Tracia (hoy Bulgaria). Pero, para ellos, esto fue un punto de partida, pues posteriormente pudieron emprender numerosas incursiones de pillaje a través de los Balcanes y del Peloponeso. Finalmente, se lanzaron a la conquista de Italia y, en el 410, Alarico invadió y saqueó Roma. Esta fue la sorpresa. San Jerónimo, desde su monasterio de Belén, escribe con lágrimas en sus ojos: «después de haberse extinguido la luz más brillante de la tierra; después de haber sido cercenada la cabeza de nuestro Imperio, y después de haber perecido todo el orbe en la ruina de esta ciudad, entonces enmudecí y me humillé; ya no podía pronunciar ni una sola palabra» (Prefacio al comentario sobre Ezequiel). La desdicha sacudió al mismo Agustín: «Roma ha caído en desgracia. Roma ha sido devastada. Por todos los lugares: aflicción, masacre e incendio; por todas partes, la muerte siembra la masacre por el hambre, la peste y la espada. ¿Dónde están las tumbas de los apóstoles?» (Sermón 296, 6). Esta catástrofe consolidó hasta lo más hondo la separación definitiva y completa del Imperio Romano en dos. Honorio fue el primer gran emperador del Occidente. Nacido en el 384, asumió este cargo desde el 395 al 423, pero el verdadero maestro era Estilicón, un vándalo. Este prestó un enorme servicio al Imperio al contener el empuje de los bárbaros en Bretaña, en Bélgica y, después, en Germania. Pero las intrigas de palacio le llevaron hasta su caída. Abandonado por el emperador, fue ejecutado en el 408. En ese momento, ya nada detiene a los pueblos germánicos en su avance hacia Occidente. En el 425, es un niño de seis años que se convierte en emperador. Se llama Valentiniano, es el tercero que lleva ese nombre. Demasiado joven para gobernar; se dejó influenciar por magos y astrólogos. Su madre, Gala Placidia, era la que regentaba el Imperio. La situación se agrava: en ese momento los bárbaros se instalaron en Bretaña, mientras que los vándalos terminaron su incursión en el África. En el 454, el emperador mandó asesinar a Aecio que, durante muchos años, había gobernado Occidente en su nombre. Esta muerte infame precipitó la salida de Valentiniano III. Meses más tarde, él mismo también fue asesinado. 22 SAN LEON MAGNO.indd 22 18/03/2015 12:25:42 HACIA EL PONTIFICADO En este mundo, por una parte, roto por las continuas incursiones y, por otra, dominado por gobiernos decadentes, fue en el que León nació y creció. Hasta el pontificado Nacimiento y formación Nadie sabe ni cuándo ni dónde nació León. Incluso la Leyenda dorada, esa compilación de todas las historias maravillosas de los santos, escrita por Jacobo de la Vorágine en el siglo XIII, incluso esa mina de informaciones y de especulaciones religiosas no dice nada acerca del nacimiento, la infancia y la formación de León. Comienza con un relato milagroso sobre su época pontificia. Sin embargo, algunos historiadores sitúan su venida al mundo entre el 390 y el 400, sin dar argumentos. La única información, recibida del pasado, es la presentada por el Liber pontificalis. Esta colección de notas biográficas de los papas, que dataría del siglo VI, señala que León era de nacionalidad toscana. De hecho, los habitantes de Volterra, entre Siena y Pisa, pretenden, sin poderlo probar, que León sería un niño de su ciudad. Nunca nadie ha creído que este célebre papa hubiese nacido en la misma ciudad de Roma. Esta hipótesis se basa en una reflexión del mismo León. En su carta 31, 4, col. 794 A, el sucesor de Pedro presenta a Roma como «su patria». Sin embargo, esta afirmación hay que tomarla en un sentido figurado; más como una expresión de un cierto afecto a su ciudad episcopal que como una afirmación del lugar de su nacimiento. Sobre la formación intelectual y religiosa de León, no tenemos ninguna información directa escrita en ningún documento. A partir de sus obras es donde se puede intentar adivinar cuál ha sido su recorrido escolar. Las desgracias de su tiempo y la caída del Imperio parecen haber provocado una decadencia vertiginosa en la calidad de la educación literaria y filosófica en tiempos de León. La gran época que fue el siglo IV parece ya muy superada. Jóvenes como Basilio de Cesarea y Gregorio de Nacianzo parten a Atenas y allí siguen durante varios años los cursos de los grandes filósofos todavía en activo. Los Padres latinos, como Ambrosio, todavía estaban impregnados por el pensa23 SAN LEON MAGNO.indd 23 18/03/2015 12:25:42 PHILIPPE HENNE miento de autores clásicos. ¿No quedó Agustín impresionado por la lectura del Hortensius de Cicerón? Todo eso es ahora una excepción, porque la utilización de manuales o antologías parece haber suplantado la lectura de las obras mismas de los grandes autores. En el siglo V, la situación es totalmente diferente. León no ofrece ninguna cita o referencia de pensadores clásicos. Por lo demás, no oculta su desprecio por la filosofía, a la que considera un artificio creado por los hombres para discutir. Se basa en Cristo mismo, que no ha elegido filósofos o grandes oradores, sino simples y humildes pecadores (carta 164, col. 1149 B). Se muestra cauto a la hora de hacer cualquier reflexión o especulación sobre el sentido de los diferentes conceptos que puede emplear, como naturaleza, esencia, persona. Acoge y transmite la doctrina de la Iglesia en su simplicidad, con suficiente claridad. Esta actitud no tiene nada de excepcional. Ireneo de Lyon, ya en el siglo II, denunciaba las elucubraciones de los gnósticos y de los sabios sobre el misterio de Dios y sobre el destino humano (Contra las herejías, prefacio). Como la mayor parte de sus contemporáneos, León no conocía el griego. Razón por la que pide al obispo Juliano recoger en un volumen todos los documentos emanados por el Concilio de Calcedonia. Sin embargo, precisa que todo debe ser reproducido en latín, en una traducción absolutamente completa y fiel. La insistencia con la que señala esta exigencia (absolutissima interpretatione translata) expresa claramente su incapacidad para verificar la fidelidad de esa traducción (carta 113, 4, col. 1028 A). Las necesidades de ese tiempo obligaban a los educadores a reducir su enseñanza a una iniciación pragmática y a despreciar una mayor profundización de la cultura helenística. En lo que concierne a la literatura patrística, el sucesor de Pedro parece haber utilizado más los florilegios de citas antiguas que haber leído sus grandes obras. En sus homilías, León aborda a menudo las cuestiones cristológicas de su tiempo, pero no cita ni hace referencia al pensamiento de ninguno de sus predecesores en la fe. Eso podría explicarse por el carácter popular de su público. Sin embargo, tal justificación no es válida para sus cartas, pues en ellas se dirige tanto a obispos como a teólogos. Por tanto, no toma nunca de manera explícita y directa las fórmulas de uno o de otro defensor de la verdadera fe. Solo la carta 165 acumula una serie de pasajes dogmáticos prestados de autores antiguos: Ambrosio de Milán, Atanasio de Alejandría, 24 SAN LEON MAGNO.indd 24 18/03/2015 12:25:42 HACIA EL PONTIFICADO Agustín, Basilio de Cesarea, Cirilo de Alejandría, Eusebio de Dorilea, Gregorio de Nacianzo, Hilario de Poitiers, Juan Crisóstomo y Teófilo de Alejandría. Algunos de estos Padres son muy conocidos; otros, menos. Eusebio de Dorilea, que ejercía la función de retor en Constantinopla, fue el primero en denunciar la herejía de Nestorio hacia el año 430. Tras ser nombrado obispo de Dorilea, en Frigia (hoy en Turquía), denunció los errores de Eutiques e hizo comparecer al hereje ante el Concilio de Constantinopla en el 448. Depuesto por el Latrocinio de Éfeso del 449, llamó a León y a los emperadores Valentiniano III y Marciano. Fue rehabilitado en la primera sesión del Concilio de Calcedonia del 451. Teófilo de Alejandría, nacido en el 345, fue patriarca de Egipto del 375 a 412. Personalidad fuera de lo común, redujo por la fuerza el paganismo, hizo condenar a Orígenes y persiguió a Juan Crisóstomo. Esa carta 165 tiene tantas referencias patrísticas, porque León deseaba presentar al emperador un dossier, tan completo como fuera posible. Algunos de estos autores le son contemporáneos, como Eusebio de Dorilea, o cercanos, como Agustín y Cirilo de Alejandría. Sin embargo, cinco se remontan al siglo anterior. Por tanto es difícil determinar si alguno ha podido ejercer alguna influencia sobre la formación teológica de León. La cuestión se ha planteado particularmente pensando en Agustín. Yves-Marie Duval ha estudiado dos préstamos evidentes en el obispo de Roma, tomados del de Hipona. Aparecen en el octavo sermón sobre la Pasión y en la segunda homilía sobre la Epifanía. Sin embargo, el investigador concluye que quizá se trata de temas comunes que circulaban en el pensamiento cristiano de la época. Incluso apunta la posibilidad de que un notario pontificio, como Próspero de Aquitania, haya sido el que haya tomado prestados algunos pasajes de Agustín y que León habría conocido, para utilizarlos posteriormente. El cuadro puede parecer deprimente. Lo será todavía mucho más si consideramos que, en el mundo latino, León es un faro refulgente en la sombría noche en medio de la apatía cultural dominante. Lo que no pudo adquirir por largas y sutiles discusiones sobre algunos puntos de doctrina y de filosofía, lo desarrolló por simples y profundas convicciones sobre la salvación. Ante el espectáculo de la barbarie desencadenada, León dio cuerpo y carne al mensaje eterno de la fe. 25 SAN LEON MAGNO.indd 25 18/03/2015 12:25:42 PHILIPPE HENNE Ante los muros calcinados y los cuerpos mutilados, durante los períodos de hambruna y de angustia, buscó en el interior de la doctrina tradicional las fórmulas de vida y de liberación. Un clérigo muy influyente Algunas notas dispersas nos recuerdan el papel tan importante que León pudo desempeñar durante su carrera eclesiástica antes de su acceso al pontificado. En el 418, Agustín felicita al sacerdote romano Sixto, el futuro Sixto III (432-440). Este último se había dejado influenciar por las teorías pelagianas sobre la gracia. El obispo de Hipona le había escrito para aclararle sobre este tema. Y he aquí que Sixto le responde presentándole una doctrina totalmente conforme a la de Agustín. Este exclama: «he sido tan feliz de copiar y hacer leer la breve carta que habéis dirigido por el acólito León al bienaventurado primado Aurelio [de Cartago]» (carta 191, 1). A este mensajero se le identifica con León Magno, que sucedió a Sixto III. Vigilio de Tapso (hoy en Túnez) señala, en su tratado Contra Eutiques (4, 1), que León ofrece un testimonio de la verdadera fe bajo el papa Celestino (422-432). Es prácticamente imposible precisar qué quiere decir, pero eso nos permite suponer que ya, en esta época, León era un hombre conocido en la administración romana. Este testimonio es digno de interés, puesto que data de la segunda mitad del siglo VI, es decir, pocos años después de la muerte del Pontífice. En el 431, Cirilo de Alejandría escribe al papa Celestino para ponerle en guardia contra Juvenal de Jerusalén. Igualmente el destinatario de una carta parecida es León, lo que prueba el lugar eminente que ya ocupaba en Roma. Él mismo hace alusión en una carta más tardía (carta 119, 4, col. 1045 A). Según Genadio, historiador de finales del siglo V, León era en ese momento archidiácono (Sobre los hombres ilustres 62). A modo de recordatorio, el archidiácono era un prelado responsable de la administración de la diócesis. Por su posición clave y su influencia era, de hecho, el segundo responsable de esa circunscripción eclesiástica. En el 430, Juan Casiano compone siete libros Sobre la Encarnación de Cristo. En su prefacio, se dirige a un cierto León que le había pedido escribir esa obra. Aquí, como en el caso de san Agustín, precisarlo resulta difícil. 26 SAN LEON MAGNO.indd 26 18/03/2015 12:25:42 HACIA EL PONTIFICADO En la misma época, hacia el 430, la Provenza estaba agitada por las numerosas controversias que en torno a la doctrina de la gracia había presentado, en su tiempo, san Agustín. El papa Celestino (422-432) envió a Venerio, obispo de Marsella, y a otros obispos de las Galias una carta en la cual invitaba a los contrincantes a no cuestionar en esta causa la autoridad de Agustín, porque el obispo de Hipona había sido beneficiado por la consideración más grande en la Iglesia. A esta carta, se adjuntó una especie de syllabus que recogía las decisiones de los papas Inocencio I (401-417) y Zósimo (417-418), así como las de los concilios reunidos en Cartago y en Milevi, ciudades de Numidia donde se celebraron estas asambleas en el 402 y 416. El autor de este compendio retoma la doctrina expuesta, pero con una nueva presentación, estructurada de manera diferente. Actualmente se les conoce como capítulos pseudo-celestinos o «Indiculus» (Denz. 238), mientras que antiguamente tenían por título: Praeteritorum Sedis apostolicae episcoporum auctoritates de gratia Dei, es decir «sentencias de obispos anteriores en la Sede Apostólica respecto al tema de la gracia de Dios y el libre arbitrio de la voluntad» (PL 45, col. 1756-1760). La enseñanza presentada en este documento usado por numerosos patrólogos se encuentra tan próxima al pensamiento de León que algunos le consideran como el autor de este trabajo. En ese caso, el futuro papa sería ya una referencia dogmática hacia el 420-430. En su Crónica, escrita por el año 439 (siendo Teodosio XVII y Festo Avieno cónsules), Próspero de Aquitania, historiador contemporáneo de los acontecimientos, informa ya de una importante intervención del archidiácono León. Juliano, obispo de Eclana (ciudad situada entre Roma y Brindisi), había sido depuesto por sus opiniones pelagianas. Deseaba reintegrarse en la gran Iglesia, pero exigía ser restablecido en sus antiguas funciones episcopales. Esta reivindicación le pareció sospechosa a León, que habría invitado al papa Sixto III a dar pruebas de firmeza (PL 51, col. 598 B). ¿Qué se puede concluir con estas breves noticias? Primeramente, que no dicen nada ni de fechas ni de las circunstancias de la ordenación diaconal y presbiteral de León. Además, difícilmente se pueden utilizar, porque no se refieren con seguridad al futuro papa. Que procedan de autores contemporáneos al gran Pontífice romano, les asegura una gran autenticidad, pero no resuelve el problema de la identificación del citado personaje. Las circunstancias de acceso al pontificado sí son más precisas. 27 SAN LEON MAGNO.indd 27 18/03/2015 12:25:42 PHILIPPE HENNE La elección para el pontificado El prestigio y la posición de León llegaron a ser cada vez más influyentes. No solamente era archidiácono en la Curia romana, sino que, además, parece que había frecuentado las altas esferas del Estado. Es lo que da a entender Próspero de Aquitania en su Crónica para el año 441 (PL 51 col. 599 A). Es contemporáneo de estos acontecimientos, puesto que nació hacia el año 390 y murió entre el 455 y 463. Cuenta que, en el 440, León está en la Galia para resolver una disputa entre el patricio Aecio y el prefecto del pretorio Albino. Estos dos altos dignatarios habían elegido un mal momento para querellarse: Roma estaba amenazada por los vándalos y el emperador Valentiniano III había dejado su residencia habitual en Rávena para instalarse en la Ciudad del Tíber y organizar la defensa. Es, pues, verosímil que la misión de reconciliación procediese directamente de la administración imperial. León debía ser conocido por los oficios desempeñados, sin que podamos precisar si es por nacimiento o por educación por lo que se le había introducido en ese medio. Esa estancia en la Galia se corresponde con la muerte del papa Sixto III. Este asumió el pesado cargo del 432 al 440. De este pontificado, nos quedamos con dos aspectos. El difunto se había mostrado con los nestorianos menos intolerante que lo había sido su predecesor, Celestino I. Además, procuró mantener intactos los derechos y prerrogativas de la Santa Sede sobre Iliria. También Gregorio tendrá que abordar estos dos problemas: la herejía y la extensión de la autoridad romana. Sixto III muere el 18 de agosto del 440. Al día siguiente, los electores eligen a León, a pesar de estar ausente. Esta particular circunstancia nos da pie para pensar que el candidato difícilmente ha podido presionar sobre el colegio electoral y que, verdaderamente, es por su valor personal por lo que ha sido elegido. Próspero de Aquitania, ya citado un poco más arriba, se maravilla de esta unanimidad. De hecho, exclama asombrado: durante los cuarenta días necesarios para la vuelta del nuevo Pontífice, el pueblo permaneció «admirable en la paz y en la paciencia», librándose así de aquellas disputas y luchas de poder que marcaban muy a menudo el cambio de obispos de Roma (Crónica, año 440, siendo Valentiniano Augusto y Anatolio, cónsules, PL 51, col. 599 A). Para gozar de una estima tan general, León debe28 SAN LEON MAGNO.indd 28 18/03/2015 12:25:42 HACIA EL PONTIFICADO ría de haber ejercido sus funciones de archidiácono de una manera más que satisfactoria, para el pueblo y para el clero. Ese interés aparece en su primer sermón pronunciado el mismo día de su consagración episcopal, el 29 de septiembre del 440. Hace esta promesa: «en mi solicitud de pastor, no deseo más que la salvación de vuestras almas» (sermón 92). Aquí estamos bien lejos del tono trágico que utilizará otro gran papa un siglo y medio más tarde. Gregorio sufrirá aplastado por lo pesado del cargo y se lamentará frente a los horrores de su tiempo. León, comienza por un grito de alegría tomado de un salmo: «que mi boca cante las alabanzas del Señor» (Sal 145, 21). Esta alegría no es un signo de orgullo, sino de humildad, porque no reconocer los bienes divinos sería una señal de ingratitud. Uno y otro papa pertenecen a épocas diferentes. León ve hundirse el Imperio de Occidente, Gregorio verá los reinos bárbaros instalarse en él. Los dos son romanos de nacimiento y de corazón, pero el primero vive al final de la Antigüedad, mientras que el segundo afrontaba el comienzo de la Edad Media. León fue nombrado obispo de Roma el 29 de septiembre del 440. Él mismo lo recuerda en su segundo sermón de la consagración episcopal: «la condescendencia divina, mis amados hermanos, hace para mí este día digno de honor» (sermón 93). Desde entonces, en ese día de su aniversario se reunirán los obispos alrededor de su pastor. León subraya así la supremacía de la Sede episcopal romana. 29 SAN LEON MAGNO.indd 29 18/03/2015 12:25:42
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